El precandidato a legislador por la Ciudad por Aptitud Renovadora y especialista en empleo y trabajo explica porque es muy necesario contraer la jornada de trabajo, pero también, modernizar la ley de contrato de trabajo.

Con el objetivo de mejorar la productividad de determinadas actividades, reducir considerablemente los gastos dentro de la empresa, progresivamente eliminar la industria del juicio y los conflictos laborales y reducir los siniestros laborales, por parte de los empleadores; y de parte de los dependientes, desarrollar y ampliar la creatividad y la psiquis humana logrando administrar su tiempo y tener mejores condiciones de vida, sin recortes salarios ni recorte de los ingresos, lograr un bienestar de mayor autonomía sobre el tiempo de cada uno y sus proyectos personales pasando de la cantidad a la calidad.

Estamos en la era de la 4 revolución industrial, la revolución tecnológica, la era de la automatización y de la globalización donde el trabajo es de corte cualitativo y menos cuantificativo, se está implementando en diferentes países, Reino Unido, España, Grecia, Islandia, Noruega, Japón, Suecia, Alemania, Colombia, Chile, entre otros, una contracción de la jornada laboral. El trabajo o las relaciones laborales como las conoces ya no tienen sentido. La era tecnológica esta acá y debemos adoptarla y mutar hacia el trabajo del futuro donde la inversión en capital humano mediante la capacitación y el incentivo de la calidad de vida, luego de un virus que acecho el mundo entero, hizo que las relaciones humanadas cambiaran.

Que pasa en Argentina, que no crece en materia se empleó.

En nuestro país, la ley de jornada 11.544, fija 8hs por día o 48 semanales.

Se traduce en 8hs por días de lunes a viernes, (son 40 horas mas 8 horas el sábado); o

Se puede 9 horas por día, (45 horas x semana y 3 horas el sábado).

La novena hora no es extra, pero si la décima. Siempre no se debe superar las 48hs semanales.

En abril de 2021 introduje el concepto de “calidad de vida – calidad de trabajo”. En él tenemos una de las ventajas, que el trabajador logre gestionar mejor su tiempo, genera una mayor retención del talento, la cual se puede traducir en una mayor productividad.

El concepto de “calidad de vida – calidad de trabajo”, puede aumentar la productividad y generar mayor empleo genuino, permitiendo al mismo tiempo la reducción de conflictos laborales y una mejor calidad de vida para los empleados.

En todo el mundo, se está debatiendo la reducción de la jornada laboral en pos de mayor productividad, reducción de costos y recreación y esparcimiento de los empleados.

En términos generales, la OIT está elaborando informes para implementar el horario reducido en América Latina, parte de África y el Sur de Asia, donde las jornadas son por demás extensas.

Según datos de la OIT, los países que tienen una jornada menor y con altos elevados índices de productividad laboral son Holanda, Australia, Noruega, Dinamarca y México.

A nivel mundial, más del 40% de los empleados en relación de dependencia trabajan 40 horas semanales.

La reducción de jornada de trabajo viene de la mano con la productividad de la economía y el equilibrio de los costos de las empresas. Esta problemática subyace en una realidad social y a su limitación por razones de orden cultural, biológico, técnico y humano.

Cuando apunto a las razones de orden biológico, me refiero a la necesidad que tiene toda persona que trabaja de contar con un adecuado tiempo de descanso para reponer las energías que le exigen su vida personal y laboral.

Esta técnicamente comprobado que la calidad de trabajo y la capacidad de producción de una persona tiende a disminuir con el trascurso continuo de horas de labor en exceso.

En la evolución de las normas legales, máxime de índole internacional, se visualiza una marcada tendencia a la diminución del límite semana de 48 a 40 horas. El Convenio 47 de la OIT establece una jornada máxima de 40 horas semanales, en consonancia con los países más industrializados y con aclaración que ello debía ser aplicado de forma tal que no implique una disminución del nivel de vida de los trabajadores. Argentina no ratificó este convenio ni adhirió a sus recomendaciones. Situación actual: tiene una de las jornadas más altas del mundo de 48 horas semanales.

Como parte del proceso de cambio apuntando a una mejor calidad de vida de los trabajadores dependientes, países como, Alemania, Francia, Gran Bretaña, Holanda, Japón y Suecia, entre otros, han comenzado a implementar con carácter experimental la reducción de horas laborales, lo que llamo como “calidad de vida – calidad de trabajo”, bajo el lema que la calidad de horas adecuadas superará la cantidad de horas laboradas.

Según esta modalidad, el trabajador tendrá la posibilidad de concurrir a su puesto de trabajo en los horarios convenientes para la empresa, a condición de que se cumpla con una base mínima de horas de trabajo efectivo. Esto permite una mejor administración de las horas de trabajo en función del tiempo libre de los trabajadores (familiar, social, personal) y un aumento considerable en la producción de las empresas. Los resultados experimentales son alentadores, teniendo en cuenta el beneficio social, económico y cultural.

Como se discute y se debate con fuerte asentamiento en todo el mundo llevar al mercado del trabajo a la calidad y salir de la cantidad, no debemos ser tontos, en nuestro país, principalmente, para modernizar la ley de contrato de trabajo, 20.744, nuestro “código de trabajo” que regula todo el empleo privado en nuestro país y que su antigüedad y obsoletísimo provocan que el mercado del trabajo este inmerso en una decadencia ganada por la industria del juicio, el empleo en negro y la disparidad entre las dos partes mas importantes y medular en todo proceso productivo, el dependiente y el empleador.

La Argentina merece un debate serio, profundo y moderno sobre la necesidad de una modernización del mercado laboral y la adaptación de las normas laborales al mundo en el que vivimos.

Con el auge de la tecnología, comenzó a forjarse una nueva división de las tareas de producción entre la automatización y las personas. Esta nueva tarea de producción va de la mano de uno de los factores de producción más importante, la inversión de capital humano, donde la calidad supero, ampliamente, la cantidad.

No hay que pensar a la transformación digital como una amenaza sino en algo que ha llegado para complementar, para mejorar y hasta para crear nuevas necesidades y puestos de trabajo. La tecnología hace de las tareas algo más llevadero -especialmente aquellas que son más operativas-, y además, permite mayor eficiencia en términos de costos y tiempos.

Lo que si debemos evitar es que este debate sea licuado y vaciado de contenido al ingresar en la lógica futbolística de la grieta. Pero a la luz de los acontecimientos, hasta el momento ni de un lado ni del otro, parece haber intención de tratar con responsabilidad un tema crucial para nuestro futuro.

Nos encontramos viviendo lo que ha sido denominado la cuarta revolución industrial. Este proceso de desarrollo tecnológico e industrial implica el uso de todos los recursos técnicos y humanos, los cuales desde la pandemia se han acelerado notablemente.

Como vemos los desafíos del mercado laboral del futuro son múltiples, por eso debemos pensar en políticas públicas que permitan ir hacia el camino del pleno empleo ayudando a quienes lo generan y direccionando la capacitación y el crecimiento de los trabajadores, los emprendedores y el empleo privado.

Abogado Especialista en Derecho del Trabajo. Presidente de APREEA

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