Luego de alzarse con la victoria en el balotaje presidencial, Lula recibió a Alberto Fernádez y las felicitaciones de otros líderes mundiales como Joe Biden y Vladimir Putin; a la vez, hubo contacto con un ministro para empezar la trancisón, mientras Bolsonaro continuó recluido en la sede del Gobierno.

El presidente electo de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, recibió este lunes una avalancha de felicitaciones de líderes mundiales y hasta una visita del presidente de Argentina, luego de derrotar en las urnas al presidente Jair Bolsonaro, que sin embargo seguía sin reconocer la victoria de su adversario.

En un renacimiento de las cenizas tras no poder enfrentar a Bolsonaro en 2018 por una condena por corrupción anulada luego por irregular, Lula, de 77 años y símbolo de la izquierda latinoamericana, hizo historia al convertirse en la única persona en ganar tres veces la Presidencia de Brasil.

El veterano dirigente que se forjó en la lucha sindical y política en la oposición a la dictadura militar derrotó a Bolsonaro, un excapitán del Ejército que reivindica el último golpe de Estado de Brasil, por 50,9% de los votos a 49,1% en el balotaje de los comicios presidenciales.

Lula asumirá el 1 de enero en medio de enormes desafíos, con un país partido en dos, el Congreso federal y numerosos estados controlados por partidos o líderes opositores aliados de Bolsonaro y un problemático presente para la economía de la mayor potencia de América Latina.

En un reflejo de las tensiones con las que deberá lidiar, mientras Lula ya se mostraba este lunes como virtual presidente al recibir a Alberto Fernández y felicitaciones del estadounidense Joe Biden y otros líderes del planeta, Bolsonaro, de 67 años, permanecía recluido en el Palacio Presidencial de Brasilia sin haber hecho ninguna declaración más de 18 horas después de difundidos los resultados.

Además, camioneros y otros manifestantes bloqueaban varias rutas y autopistas en varios estados de Brasil en una aparente protesta por la derrota de Bolsonaro, informó la Policía.

Los mercados de Brasil reaccionaron con cierta volatilidad al triunfo de Lula, en gran medida por el silencio de Bolsonaro y las tensiones que afloraban pero también por la falta de definiciones del presidente electo sobre a quién encargará la conducción económica a partir del 1 de enero.

En contraste con la actitud de Bolsonaro, sin embargo, dirigentes de derecha alineados con el presidente, entre ellos el gobernador electo del poderoso estado de San Pablo, reconocieron la victoria de Lula y se ofrecieron a colaborar y a trabajar juntos tras su asunción, el 1 de enero de 2023.

Consciente de sus retos, Lula reconoció en su discurso de victoria que le tocará gobernar «en una situación muy difícil» y abogó por el diálogo y por restablecer «la unidad» de los brasileños luego de una de las campañas más agresivas y violentas desde el retorno a la democracia, en 1985.

Con todo, el coordinador de comunicación de la campaña de Lula, Edinho Silva, informó que llamó por teléfono al ministro de la Casa Civil (una suerte de primer ministro) de Bolsonaro, Ciro Nogueira, quien “de inmediato se dispuso a conducir el proceso de transición”.

Silva destacó la postura «republicana y democrática» del ministro bolsonarista, y afirmó que derivó la información a la coordinadora general de la campaña de Lula, la diputada y presidenta del Partido de los Trabajadores (PT, izquierda), Gleisi Hoffmann.

“Hoy, el único ganador es el pueblo brasileño. Es una victoria de un movimiento democrático que se formó por encima de los partidos políticos, los intereses personales y las ideologías para que la democracia fuera vencedora», agregó en su discurso un hotel del centro de San Pablo.

El mandatario electo prometió gobernar para todos, tendió una mano a dirigentes de centro y hasta de derecha y dijo querer recuperar la prosperidad de la que gozó Brasil durante sus anteriores mandatos, de 2003 a 2010, cuando sus políticas sociales sacaron a unas 30 millones de personas de la pobreza.

Los cuatro años de Bolsonaro en el poder se vieron marcados por frecuentes choques con la Justicia, sus apelaciones a Dios y su oposición al aborto, al matrimonio igualitario y a la educación sexual integral, su escepticismo sobre el cambio climático y su negación de la gravedad del coronavirus.

El presidente, que sacó más de 58 millones de votos, afirma que Lula, líder del Partido de los Trabajadores (PT), traerá a Brasil el comunismo, legalizará las drogas y el aborto y hasta perseguirá iglesias, cosas que no pasaron los ocho años que fue presidente.

La elección, que siguió a una también ajustada primera vuelta ganada por Lula, fue la más reñida desde que Brasil recuperó la democracia, y la primera vez que un presidente en ejercicio fracasa en su intento de ser reelecto.

Ambos candidatos quedaron separados por un poco más de 2 millones de votos. Hasta ahora, la elección más peleada había sido la de 2014, que se definió por un margen de 3,5 millones de votos a favor de Dilma Rousseff, del PT, que derrotó a Aécio Neves.

El triunfo de Lula extiende una reciente ola de victoria de presidentes progresistas en varios países de América Latina, incluyendo Chile, Colombia, Perú, Argentina y Honduras, que había sido usada por Bolsonaro como un señal de alarma.

Su cordial encuentro con Fernández en un hotel de San Pablo sirvió a Lula para desplegar su percibida legitimidad y para mostrarse ya casi como presidente asumiendo un virtual relanzamiento de relaciones con el principal socio comercial de Brasil tras años de vínculos dañados por Bolsonaro.

Lula retuiteó un video subido por Fernández en el que ambos se saludan con un fuerte abrazo en un salón del hotel antes de iniciar un encuentro a puertas cerradas.

«Todo mi amor, mi admiración y mi respeto, querido compañero. Tenemos un futuro que nos abraza y nos convoca», escribió Fernández, que tiene una relación de larga data con Lula, junto al video.

Por Por Redacción Metaversoar

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